septiembre 14, 2007

Catedral del Consumo

Qué paradigmático me resultó poder observar con mis propios ojos lo que quizás muchos opinan y critican de la iglesia católica, pero estar ahí y sentir su omnipotencia es sin duda algo muy diferente.

Si se trata de que la gente católica que visite dicho lugar se sienta en prescencia de Dios y más cercana a su fé y a todo lo espiritual que aquello implica no cumple su cometido.
Siendo yo una persona católica por sacramentos pero definitivamente no practicante y sí una creyente en que Dios existe y que nos dá algo en qué responder todas nuestras más inquietantes
preguntas sin respuesta y nuestras dudas existenciales, poder llegar a la Ciudad del Vaticano y observar, primero a la distancia, lo amplio de su territorio para luego ir adentrándome en él de a poco y en un día muy caluroso, fue sin duda algo nuevo e impactante para mí.




Grandes construcciones, columnas anchas apiladas en un pasillo muy hermoso a ambos costados de su nave madre nos llevaban a las enormes puertas. Muchos negocios pequeños venden souvenirs alusivos al Papa de turno, rosarios "bendecidos" por él, santos varios, destinados para las personas que quieren tener un testigo físico de su paso cercano del máximo exponente de la iglesia católica. Carritos distribiudos dentro de esa plaza gigante y calurosa vendiendo agua y tentenpiés a precios exorbitantes. Guías turísticos hablando en inglés a grupos de chinos y japoneses que escuchan atentamente en sus audífonos personales, moviendo la cabeza en dirección a la explicación correspondiente. Las escaleras que llevan a la entrada se encuentran bloqueadas por hombres altos y vestidos de uniforme; no se puede entrar libremente al Vaticano. Mi novio me dice que antes no era así: "quizás es por el nuevo Papa", me dice.



Ingresa él, le hacen una seña para que se quite el gorro y a mí me dicen "too short", me desconcierto un segundo y luego comprendo que se trata de mi falda. Dios mío, será posible que no me permitan entrar por la falda. ¿Será que mis piernas podrán ofender a don Benedicto?. Qué increíble. Miro al rededor y me doy cuenta que no soy la única, muchas mujeres se encuentras tapadas, ya sea el escote o las piernas. No queda otra, debemos atravesar la calurosa plaza una vez más en búsqueda de un lugar donde poder comprar un pañuelo. Al ingresar por el ala contraria del lugar pudimos ver letreros que prohibían muchas cosas para ingresar y además guardias con detectores de metales...colas muy largas de turistas esperaban poder entrar. Fue ahí donde nos dimos cuenta que habíamos ingresado muy patudamente por el otro lugar, metiéndonos en un grupo guíado.


Al ingresar pensé que en realidad no era tan grande como me lo había imaginado, pero pronto comencé a sentir su imponencia y su ostentación. De a poco fuimos mirando las esculturas, los cuadros, la capilla sixtina tan famosa y nombrada. Un lugar oscuro y mas bien frio. Quizás un artista miraría sorprendido y embobado y diría que es un lugar precioso. Yo no lo niego, es un lugar bello historicamente pero me sentí más lejos de Dios que nunca.
Miles de estatuas dedicadas a los Papas que han sido nombrados a lo largo de los años, muchas dedicadas a los apóstoles, a situaciones bíblicas, y así. Lo único que no ví, que no encontré fue alguna dedicada aDios. Se sentía totalmente la devoción al hombre, a los hombres que "levantaron" su iglesia y no a la "naturaleza" de ésta.
Ciertamente, todas estas cosas y las filas de turistas recorriendo, sacando sus cámaras fotográficas de última moda para capturar momentos ahí dentro (nosotros incluídos) fue lo que me llevo a pensar en Tomás Moulian y un término que él usaba; "La catedral del consumo", pues fue precisamento eso lo que sentí allí dentro, evoqué un mall. Un recinto frío donde las personas caminan mirando las vitrinas y buscando pertenencias.


Pero lejos el evento que definió dicho pensamiento fue llegar a otra fila y no saber qué es lo que veían, cuando nos acercamos lo vimos. El papa en su ataúd.

De cera, claro. Pero a pesar de eso me pareció de mal gusto y excesivo para quienes dicen depender de la fé.